domingo, mayo 03, 2015

El vacío de los días festivos

Hoy no es un domingo cualquiera. Inicia apenas la segunda mitad de un fin de semana largo, de descanso, de desconecte laboral. Las más de 50 horas alejado de la rutina han sido un vaivén de emociones: por ratos tristes, en otros alegres. La vida es así. Disfruto de mis amigos cercanos y en la soledad me hundo en mis pensamientos. Me contemplo en la aparente libertad de los días festivos. Pude haber escapado de la ciudad y estar en otro entorno, pero decidí quedarme a observar cómo soy tántas horas en la ciudad sin obligaciones laborales. Me acompañan la música y mi bicicleta. Los primeros dos días fueron nublados y hoy el sol ha salido. Su intensidad me lastima los ojos. Preferiría continuara el cielo gris. No quiero luminosidad. Mi ánimo no está para ello. Mi boca tiene un sabor a hiel.

 

viernes, mayo 01, 2015

Cuadernos

Tuve muchos cuadernos. Escribí mucho en ellos. De ellos salieron historias, intentos de poemas, memorias. Vacié en ellos mis emociones y sensaciones hasta quedarme seco. Luego me volví en un robot más. Olvidé mis sueños de adolescencia. Abandoné a mis amigos y las ensoñaciones que me movían cuando era adolescente. Me acurruqué en mi futton a refugiarme todas las horas libres de un mundo que no me gustaba y al cual ya no tuve mas interés en conocer. Me convertí en un ermitaño funcional. Dejé de buscar nuevos amigos. Dejé de explorar montañas. Sólo me encierro a leer periódicos en internet. El sexo dejó de interesarme. Sólo me queda el interés por explorar nuevas músicas o escuchar de nuevo las canciones que me hacen sentir bien. Dejé de ambicionar tener una vida feliz. Abandoné todo intento de innovar. Sólo incubo dentro de mi una amargura hueca, sin ninguna pretensión. Lo único que deseo es que, cuando llegue mi muerte, esta ocurra rápida, repentina, y no sea una agonía lenta y solitaria.

Me escondo de las personas que me conocieron en mi juventud. No quiero que me saluden, no quiero saludarlas, no quiero saber qué han hecho de sus vidas ni que sepan que no he hecho de la mía más que vegetar. Quiero que crean que he desaparecido, solamente, sin dejar rastro. Que olviden que existí. Soy consciente de que soy una sombra bajo el sol como muchas que hay en el mundo. 

Cuando me supe enfermo pensé que el mundo se había acabado para mi y creo ejecuté ese pensamiento. Me aislé para que nadie viera las manifestaciones de la enfermedad. La enfermedad cedió. Se mantiene a raya. Lo que no pude erradicar fueron los pensamientos oscuros y la decisión de que, cuando mis padres ya no estén, yo me iré detrás de ellos. No quiero ser un anciano solitario abandonado.

Al recapitular en lo que tengo en mi vida sólo cuento con amigos muy cercanos y fieles, contados, que saben de mis obsesiones y tristezas. No pasan de tres. Guardan también en sus corazones tristezas que poco salen a la luz. Somos víctimas gozosas de excesos que nos ayudan a soportar nuestras existencias. Chocamos contra la pared. Nos caemos, nos levantamos de nuevo. Vemos cómo el mundo se transforma a una velocidad dificil de entender. Ya no existen estaciones definidas.Ya no se puede contar con la vista de jacarandas cada primavera porque la primavera dejó de existir. Ya no se puede esperar que ciertos meses del año se disfrute de andar descalzo sobre un piso caliente porque ya no existen meses calientes como solían ser. Sólo se tiene la certeza de que hay días húmedos, fríos o ambos, grises, con poco sol. Los dias luminosos son escasos. Para aliviar esta tristeza suelo enajenarme en el estrés laboral, definir mis horas de despertar y de dormir, mis rutinas, actividades que me hacen olvidarme más de mi y de lo que es de mi.

Disfruto de ver películas de vampiros. Subliman la vida nocturna de la que carezco. Me gusta el hedonismo que guardo para mis horas solitarias. Quisiera ser un vampiro también. Personas que me rencuentran después de muchos años me dicen que mi rostro sigue siendo el mismo. Esa es una buena señal.

 Amo andar en mi bicicleta verde, la que ha envejecido conmigo, la que se ha transformado al igual que yo. He dejado el Yoga. He dejado de leer. Me he desprendido de muchas personas y cosas. Algunas noches tengo pesadillas donde me persiguen los proyectos inconclusos y despierto aliviado de que ya sólo sean sueños. De que no tenga que sentirme obligado a perseguirlos. Una noche no podré despertar y me quedaré en ese sueño y los realizaré. Una noche interminable me perderé y pasaré como una sombra en el mundo.