sábado, junio 10, 2017

Soñar, dormir, delirar

Sueño poco, duermo más del prometio de mis coetáneos, según mi pulsera biométrica. Deliro poco. Escribir con frenesí en mi juventud era una forma de delirar. Deliraba de esa forma para expulsar manifestar la vida interna que me agitaba.

Se me olvidó delirar muchos años. Perdí el hábito, el estilo, el tiempo para hacerlo. Me enfrasqué en otros proyectos. Olvidé escribir. Mis textos de esa época están guardados bajo el polvo. Dejé de soñar vidas extramundanas por construirme una real. En esa vida nueva que emprendí dejé de sentirme. Me olvidé de mi. Ahora, a los cuarenta y ocho años, vuelvo a tener atisbos de ese viejo delirio. Sueño con buscarme el tiempo de escribir. Ya no recrearán mis textos historias mágicas pues mi experiencia ha eliminado espacio para la fantasía. El mundo es distinto también. 

Escribo sin rutina. De repente recuerdo que tengo este espacio y me vuelco en él. Textos cortos, desahogos que no interesará a nadie leer. Necesito ejecutar esta acción en las madrugadas de insomnio. Dejar constancia de que puedo tener ese espacio otra vez. Y salvarme a través de ello.