

Once de la mañana. Me clavo en lo profundo. No hay silencio que bloquee mis pensamientos. La luz del sol que penetra a través de la ventana apenas calienta. No hay plan más que el masaje a la una y quizá un poco más de droga para envenenar los sueños. Se viveuna gran incertidumbre en el mundo de afuera y aún con ello añoro unos días en la playa, en la arena, pies tocados por el agua de mar, algo de cerveza y nada de pensar.
Me buscaré un cuaderno. Cercano a los cuarenta años ¿Sería capaz de contarme una historia?
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