domingo, octubre 17, 2010

Aterrizaje

Sucede sobre todo los sábados antes del mediodía. Despierto, desayuno ligero y voy al gimnasio a hacer ejercicio. Camino a casa, está ese ímpetu, esas ganas de sentarme a escribir. Todo inicia con una palabra que se va hilando con otras y genera un frase que repito, una y otra vez, como en los tiempos en que así ocurría la escritura. Después nada, sólo silencio.

Este silencio lleva muchos años sobre mi. Las palabras están por ahí, supongo, gestándose. Al principio me llenaba de angustis hasta que deje que el vacío se apoderara de este espacio. Vino la culpa, la insatisfacción, la dedicha por esta incapacidad. Tuvieron que ocurrir muchos eventos, violentos algunos, tristísimos otros, para tranquilizarme y olvidar que algún tiempo la escritura era una fiebre que ocurría a diario, que era una fuente inagotable. Ahora el manantial está seco y pienso en esos muchos otros manantiales del mundo que se han secado porque los bosques no existen más, o porque pusieron tubos para alimentar a las ciudades y no brotan más a la superficie. Quizá por eso me gustó la temporada de lluvia de este año, pese a las inundaciones: arroyos antiguos volvieron a arrastrar agua en su cauce. Quiero escaparme, pues, hacia un sitio donde pueda aislarme y ver si mi manatial de palabras resurge, antes de que sea tarde, antes de que vengan la vejez, la muerte.

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