domingo, septiembre 21, 2008

Paseo dominical

Cae un chorro de agua a la cisterna. Estoy abierto a otros pero encerrado en mi cuarto. El deseo sexual no fluye del todo. Entusiasma al inicio, pero el olfato de la intuición está muy por arriba de su umbral y rechazo lo que me indica. El día es frío. Esta tarde dan una película de Lars von Trier y atravesaré media ciudad para ir a verla. No se si comer antes o hasta después de ver la película. Habría que calentar el caldo de pollo con verduras y dejarlo hervir y eso me da pereza. Estoy muy cómodo en mi cama. Hace mucho tiempo que no voy solo a la Cineteca y fumo. En la laptop hay una película en DVD que sólo inicié, Sangre, de Amat Escalante, producida por Carlos Reygadas, entre otros. Me gusta ese seudonaturalismo de Sangre y de las películas de Reygadas, sus actores improvisados y su búsqueda de la estética. México es así. Como la mayoría del entorno es chundo, busco algo exquisito que me estimule y no me mantenga indiferente. Algo que atraiga mi interés, me haga sentir cómodo, como los pisos de duela, las paredes blancas y colgadas de ella piezas con mucho color. No puedo evitar rincones de caos, pero ni modo. Me gana la pereza.

Pastillas. Mi vida transcurre entre ellas: coenzima Q10 y L-carnitina, para contrarrestar el efecto secundario de los antirretrovirales sobre mi metabolismo; media pastilla de citalopram -cada tercer día cerceno una tableta en un pequeño dispositivo ex-profeso; vitaminas: cápsulas con bacterias acidófilas liofilizadas y por la noche los antirretrovirales, usualmente una tableta de Truvada y otra de Efavirenz, a las que se, dice, estoy condenado por lo menos 15 años.

Al caer la noche me transformaré, dice la canción. 

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