sábado, noviembre 08, 2008

Red wine, high hopes


Grandes esperanzas en esta tarde de sábado. Deseo de que el masajista joven me haga una insinuación más obvia y yo entienda, pues su sutileza es demasiado suave para mi. Me confunde: no se si me invita a gozar de su carne, o es sólo un gesto amable. Aunque así fuera, no tendría la energía para corresponder. Me ha imprimido su fuerza en los músculosy los ha relajado. Sólo quiero volver a casa a comer.

Después de la comida me encuentro con media botella de vino que abrí la noche de antier. La música es exquisita, siempre. Cero vulgaridad. Me sumerjo en mi agujero cómodo. No hay grandes esperanzas, en verdad, quizá sólo una: la de amanecer con ganas de salir a tomar en sol en bicicleta.

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