domingo, julio 10, 2011

Sobre el silencio

Un año después he vuelto a Malinalco y me he reconciliado con el sitio, que en las últimas visitas marcó señales, recuerdos de fatalidad. La primera, días antes de saberme seropositivo y con inicios de sarcoma de Kapossi. La segunda, semanas antes de la muerte de un amigo con quien había compartido un viaje a poblados de la región, y con quien pernocté una noche en vela. Volví a caer en el encanto del pueblo a través de su silencio, el fondo sobre el cual emergen todos los demás sonidos, algo que no ocurre en la ciudad, donde todos surge sobre un ruido blanco apenas perceptible. Contemplé sus montañas y sus nubes como quien mira el oleaje. Dormité arrullado por voces, ruidos y el silencio de fondo. Me sentí en paz, pese a que la noche anterior no hubo más que fiesta y delirio.

Creo que podría volver mientras sigan las lluvias y caminar en el campo. Me gustaría sentir el lodo de esa nueva tierra que se deslava de sus montañas y soñar, depurar mis sueños de pesadillas, inquietudes y hundirme en la soledad, la contemplación.

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