Ya no hay diario, ya no hay cuaderno manuscrito. Todo lo que escribo se publica en línea y no hay diferencia. Ya habrá exploradores de los archivos digitales que nadie lee. Un algoritmo máquina que escanee un acervo de experiencias olvidadas y elija las que se merezcan salir a la luz.
La luz de los ojos de quien lee, o por lo menos del aburrido que en madrugada hace zapping.
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