domingo, junio 01, 2008

Después del viaje

Después de este viaje tuve un sueño: volvía a Irapuato a trabajar espectrometría de masas, dedicando los últimos días de mi vida al cultivo de la tecnología, como en los dos años que viví allá, olvidándome de la vida urbana para siempre, una vez escrito mi epitafio en vida, una vez garantizado el tratamiento que me mantendrá a flote hasta que mi riñón y órganos colateralmente afectados por la medicina que me impide morir hoy me haga morir en unos años más.

Pero también despierto y recuerdo los fines de semana extremos de calor, de sequía, de silencio, de sentirme abandonado y lejos. Recuerdo la sensación de estar enterrado en vida, no importa que tan buena fuera la calidad de vida lejos del tráfico y la contaminación, sino más bien ese desierto de amor en que viví esos dos años, esa ausencia de rostros familiares y amorosos, esa falta de invisibilidad que disfruto mucho en la ciudad. Aquí en la ciudad puedo vivir mi vida como está ahora y no distinguirme, confundirme sin que a nadie le importe señalar mis lesiones. Se que tengo un lugar, mi casa, que aunque pequeña y modesta, es mi rincón de felicidad y no hay ojos de escrutinio.

Si, sería un sueño tener lo mejor de dos mundos. Pero esa aparente dicotomía causada por lainsatisfacción de tenerlo todo pudo habr sido inducido por la cena de dificil digestión.

Siento las heridas del sol en mis mejillas y esa hipersensibilidad a la luz se generó allá en Irapuato. Fui feliz pero también desdichado en mi soledad. Por lo menos aqui tengo menos amargura (o se me olvida más fácilmente).

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