viernes, junio 27, 2008

¿Hay un club para apestados?



Nunca antes había sentido como ahora la actitud discriminatoria de los sanos. Vaya, quizá se trata de un episodio de justicia kármica pues antes para mi los infectados eran éso, "infectados", y había una barrera infranqueable, un línea divisoria. Aunque sinceramente creo que tuve sexo con más de uno aunque el instinto de conservación gritara que me alejara. Pensándolo bien, no es una cuestión de justicia kármica, sino de la baja probabilidad de hallar a alguien abierto al mundo y la alta de encontrarse con un imbécil. La vida es un laberinto y entonces, después de un tercer rechazo prefiero refugiarme en mi habitación, subirle el volumen a mi exquisita música electrónica (Reich Remixed, versión 2006) y escribir mientras me sirvo un merlot chileno. El churro está un poco lejos pero hago un esfuerzo de voluntad. Voy por él y vuelvo.

La mariguana es muy relajante. Lástima que no haya un programa de educación para los usuarios y los consumidores tengamos que aprender a base de buenas y malas experiencias a amarla. Son lejanos ya los días en que me despertaban sensaciones de paranoia, temblor, adomercimiento o estupidez. Gracias a mi experiencia con las drogas creo tolero bastante bien los efectos siquiátricos de efavirenz. Gracias a la mota cultivo con más diligencia el arte de la paciencia y me sumergo en la esencia misma de los sonidos que producen mis dedos al teclear y la música que suena. Ojalá y esta recámara no tuviese la pared que me separa del sistema de sonido. La música es hermosa, me sublima la amargura del tercer rechazo sufrido en menos de una semana y me alivia el pensar que estos días pasarán y quizá los eche de menos, como a veces extraño las tardes de ocio eterno que pasaba contemplando el cielo de Irapuato.

Qué dificiles parecen ser estos días. No acierto a imaginar el día en que mi cuerpo esté libre de lesiones. Quizá porque a veces pienso mucho en el suicidio o en la posibilidad de morir infestado por tumores, o porque habrá un acontecimiento fortuito que cortará con todo esto y no habrá nadie quien pueda entender lo que me acontece.

Y me lo digo también a mi mismo: es difícil vivir en los pies de otro.

La pregunta que da nombre a esta entrada la repito ¿Hay un club para apestados? Porque me uniría a él hoy mismo. Quizá ahi encuentre el amor cuya ausencia padezco. Quizá entre esos rostros envueltos en papel higiénico halle yo a un leproso que necesite le acaricie y el tocarlo sea para mi un bálsamo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después del intercambio de mensajes de la semana pasada, pensé q transitaba por otra situación, con fiesta, sexo y buen ánimo. Las letras me dicen otra cosa. Y yo no confiaría en un club de gente solidaria por un padecimiento, físico y emocional, porque al fin de cuentas los humanos somos terribles... algo de lo que escribe en la entrada del libro q lee... nuestra gente es cada vez más tonta... y su tontería alcanza cada átomo de nuestra existencia, en la vida privada y social. Buenos sentimiento y lucidez hay, pero ya sabe, son garbanzos de a libra.

Joselo.